viernes, 9 de agosto de 2024

Faetón y el carro del sol (Mitología Griega)

 


En la antigua Grecia nació un joven llamado Faetón que era el hijo ilegítimo de Helio y Climene. Helio era conocido también como Apolo, dios de la luz y la verdad o el dios del sol. Faetón alardeaba con sus amigos de que su padre era el dios sol. Estos se resistían a creerlo pero Faetón tampoco conocía a su padre y llegó a dudar. Faetón le pide a su madre que le diga la verdad, y ésta le envía al mismo Sol para que sea el quien se la confirme.

Faetón visita a Helio en su palacio construido en la cima de las cumbres terrestres. El Sol no sólo le aseguró que era hijo suyo y de la ninfa Climene, sino que quiso probárselo concediéndole cualquier deseo. Faetón le dijo a su padre que su deseo era hacer lo mismo que hacía él todos los días, conducir su carro de fuego en el viaje del Astro por el firmamento. Helio se arrepintió inmediatamente de su promesa y le advirtió que ni Zeus que domina el rayo de los hombres y gobierna a los dioses lo podía controlar. Faetón insistió diciéndole que si era realmente su hijo podía hacer lo mismo que hacía el. Finalmente Helio, atrapado y apesadumbrado por la promesa que ha pronunciado, debe ceder al peligroso deseo de su hijo, un débil mortal.

Helios no cesaba de hacerle recomendaciones. Debía mantenerse siempre en el medio, ni muy alto ni muy bajo y seguir el mismo rumbo que él recorría en forma cotidiana. Le advirtió que condujera sin apuros, que los caballos se deslizarían solos y que su alineación debía ser perfecta. Faetón subió al carro de oro del sol tirado por caballos en llamas. Y las diosas de las Horas le acomodaron los arneses de oro. Faetón partió y los alados corceles lo llevaron hacia lo alto perdiéndose en los cielos e iniciando el camino del nuevo día.

Pero el carro se movía demasiado y los caballos se asustaron. Faetón no logró dominarlos y perdió el control. Primero se fue demasiado alto, haciendo que la tierra se enfriara y chocando con cuerpos celestes lo que provocó un verdadero caos cósmico. Luego bajó demasiado y chocó con la tierra. La vegetación se secó convirtiendo en desierto la mayor parte de África y quemando la piel de los etíopes hasta volverla negra. Los estragos y sufrimiento que causó en el mundo hicieron que Zeus interviniera para detener el caos, lanzando un rayo fulminante sobre el, quien finalmente cayó mortalmente herido al río Erídano.

Su amigo Cicno se apenó tanto que los dioses lo convirtieron en cisne. Sus hermanas, las helíades, también se apenaron y fueron transformadas en alisos o álamos, según Ovidio, convirtiéndose sus lágrimas en ámbar.

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