sábado, 13 de mayo de 2023

QUIERO (Utopía) - Cristina Peri Rossi



Quiero que nadie se preocupe por la tristeza de Ronaldo

(“la princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?”, Rubén

Darío) sino por la tristeza de los hombres y mujeres sin techo,

sin trabajo, con hambre, con frío. 

Quiero la vida, 

su dulce o dolorosa intensidad,

y a veces,

no quiero nada la vida, 

su terrible crueldad. 

Quiero que desaparezcan la tele basura, la radio basura, 

la política basura y las tertulias basura.

Quiero que bajen los decibelios de la ciudad de Barcelona

que los autos no hagan ruido, ni las taladradoras, ni los

buses, ni los maleducados, ni los matones, ni las radios, ni

las teles, ni las máquinas tragaperras.

Quiero que al subir al ascensor los vecinos se saluden

y estén dispuestos a ayudarse, a sonreír,

a sentirse hermanos, comprensivos, solidarios. 

Quiero que la sociedad no sea un concurso de egos

a ver quién lo tiene más grande.

Quiero que la información –droga- sobre fútbol no se coma

todo el tiempo de la tele

y la mayor parte de las páginas 

de los diarios.

Quiero que los jugadores de fútbol no sean estrellas mediáticas, sino trabajadores del balón. 

Quiero que la asignatura de cine sea obligatoria en todos

los institutos y que se vean las películas que narran la peste

del nazismo, la peste del fascismo y todas las injusticias de

la Historia para que no vuelvan a ocurrir. Quiero que vean El pianista

de Polanski, El gatopardo, Roma, ciudad abierta y La caída de los dioses, por ejemplo.

Quiero que ningún hombre viole a una mujer o a un niño.

Quiero tener cuarenta años en Barcelona, tomar café

en una cafetería de Gracia y después ir al cine Verdi.

Quiero que mi madre vuelva a tener sesenta y cinco años,

venga a visitarme a Barcelona, yo la lleve a tomar chocolate

al bar frente al Liceo y me diga “qué gente interesante”, refiriéndose

a los discretos camellos de la Plaza Real.

Quiero un helado de dulce de leche y un alfajor argentino.

Quiero que el cine Renoir Les Corts abra otra vez sus puertas.

Quiero escuchar un tango cantado por Susana Rinaldi y

sentir nostalgia.

Quiero que hacerse rico ilegalmente no signifique ser inteligente.

Quiero que no se confunda éxito con riqueza. 

Quiero acabar con todos los maltratos, 

los de los hombres hacia las mujeres, niños y animales, 

el de los empresarios hacia los trabajadores,

el de los bancos hacia los hipotecados, el de los déspotas

y el de los poderosos hacia los súbditos. 

Quiero una casa pequeña con vista al mar y a la montaña. 

Quiero que no se incendien los bosques.

Quiero ser amiga de una familia de jabalíes.

Quiero amar y no sufrir si no me aman.

Quiero una vejez muy dulce y una muerte más dulce todavía.

Quiero volver a leer los cuentos de Saroyan y emocionarme

como la segunda o la tercera vez que los leí. 

Quiero seguir leyendo los diarios en edición de papel

y los libros en edición de papel.

Quiero que no perder nunca la curiosidad.

Quiero pedir una pizza por teléfono los sábados a la noche

cuando estoy sola y que la pizza me acompañe.

Quiero mi colección de barcos en botellas de vidrio que dejé

en Sevilla en casa de un amor que perdí. 

Quiero acabar con todas las formas de machismo, incluida

la de Assange, quien dijo: “Soy un machista, no un violador.” 

Quiero conversar lado a lado o frente a frente

en una cafetería o en el sofá de mi casa

y no por Internet o por Messenger ni por las redes

sociales. 

Quiero ver el rostro a mis amigos, sus miradas,

Y que ellos me miren a mí.

Quiero sonreír sin que nadie me pregunte cuál es la causa.

Quiero que un exceso de confianza no vuelva vulgar la vida

cotidiana.

A veces quiero estar muy sola

y a veces quiero estar muy acompañada.

Quiero más cine europeo y menos cine norteamericano. 

Quiero la ternura de las películas argentinas y latinoamericanas

que los altivos y vanidosos llaman ternuristas. Como

si la ternura fuera un defecto, una debilidad. 

Quiero que Soledad Villamil me mire con sus ojos profundos

expresivos inolvidables y que me cante tangos aunque sea

desde la pantalla de un cine. Pero con más frecuencia. 

Quiero que a los jóvenes Gustavo Adolfo Bécquer no les parezca

cursi.

Quiero que juzguen a los banqueros por mala gestión y a muchos

políticos por nepotismo, enchufismo, prevaricación y corrupción

Quiero comer paella los jueves, pero sin pimiento, por favor, que repite. 

Quiero que no llamen al amor “hacer el acto” y a una cita

“un rollete”.

Quiero leer el diccionario todas las mañanas y maravillarme

con la sabiduría de las lenguas que distinguen entre tristeza

y melancolía o entre nostalgia y añoranza.

Quiero que a nadie se le pregunte dónde nació, sino quién es.

Quiero que no existan ni la aristocracia, ni la oligarquía,

y si me aprietan mucho, tampoco quiero que existan ni la burguesía ni el proletariado, sino una sociedad sin clases, donde el hacer

sea más importante que el tener.

Quiero eliminar la mezquindad, el egoísmo, el narcisismo, especialmente, el narcisismo.

No quiero una sociedad de famosos.

Quiero que un jugador de fútbol o una estrella de cine ganen

el mismo dinero que un médico o un productor de patatas. (Woody Allen también lo quiere.)

Quiero leer poesía y muchos relatos, pero pocas novelas. También

quiero leer algunos ensayos y los prospectos de los medicamentos.

Quiero que las garrapatas no me piquen y los mosquitos tigres me dejen en paz.

Quiero tener ilusiones aún cuando esté desilusionada. 

Quiero que la tramontana no me inquiete y mirar la luna llena en Calella

aunque tú no la mires.

Quiero compartir casi todo y guardarme para mí solo el silencio necesario para disfrutar de un poco de silencio.

Quiero que Lara Fabian venga a cantar a Barcelona.

Quiero que Barcelona no sea una de las ciudades más contaminadas de Europa. 

Quiero que tenga el aire más puro y que no nos

enferme con gases tóxicos y detritos industriales.

Quiero ver documentales de animales por la televisión.

Quiero que desaparezcan las religiones y todos los fanatismos. 

Quiero que las mujeres no reciban maltrato, ni sean víctimas

de desigualdades.

Quiero acabar con todas las mafias. La del tráfico de drogas,

la de la prostitución, la del tráfico de armas, de órganos, de inmigrantes o de

mano de obra barata.

Quiero el derecho a la eutanasia.

Quiero que las mujeres no tengan que abortar porque los

hombres se niegan a usar preservativos.

Quiero acabar con todas las formas de prepotencia.

Quiero que las cosas sean lo que parecen, y no todo lo contrario.

Quiero que las únicas mentiras permitidas sean las piadosas. 

Quiero soñar contigo.

Quiero que valga más la honestidad que la sumisión y la inteligencia

más que la astucia. 

Quiero que desaparezcan las pasarelas, los desfiles de moda,

las revistas de moda y los magazines de moda.

Quiero que los laboratorios no sean fábricas de hacer dinero.

Quiero que cuando alguien dice beneficio no sea sinónimo

de ganar dinero. 

Quiero no escuchar más la tontería de que los mercados

se autorregulan; sólo se autorregulan los seres vivos y muy poco.

Quiero acabar con los paraísos fiscales.

Quiero que los psicoanalistas paguen impuestos por lo que realmente

cobran a sus pacientes, y no tributen sólo por el módulo mínimo. 

Quiero que los dentistas paguen por lo que realmente cobran

y no tributen sólo por el módulo mínimo.

Quiero un impuesto a las SICAV y a las grandes fortunas,

aunque haya que ir a buscarlas a las islas Caimán o a la isla Margarita.

Quiero que se le retire la nacionalidad a todo aquel 

español que para pagar menos impuestos fija su residencia en

otro país.

Quiero volver a ver Gilda.

Quiero querer. Y que me quieran.

Quiero no arrepentirme de ninguna línea que haya escrito.

Quiero que la memoria no sea un cajón de basura lleno

de resentimiento.

Quiero que los hospitales tengan las paredes pintadas 

de colores suaves y relajantes, que los enfermos puedan escuchar su música

preferida y tengan jardines, para caminar cuando el tiempo es bueno.

Quiero los días grises cuando llueve y los días dorados

cuando hay sol. 

Quiero que llueva más a menudo y escuchar

el tango Garúa. 

Quiero el control de la natalidad.

Quiero no olvidar a ninguno de mis muertos queridos. 

Quiero jugar con los juegos de Internet. 

Quiero escribir sin repetirme.

Quiero la paz interior y la paz exterior. 

Quiero que nadie, nunca, humille a alguien, persona o animal.

sábado, 6 de mayo de 2023

LA FALSA LOCURA DE ALONSO QUIJANO (José Saramago) [Minicuento - Texto completo.]


"El verdadero yo está en otro lugar"

(Podría haber dicho Rimbaud)

Don Quijote no está loco: simplemente finge una locura. No tuvo otro remedio que obligarse a cometer las acciones más disparatadas que le pasasen por la mente para que los demás no alimentaran ninguna duda acerca de su estado de alienación mental. Solo fingiéndose loco podía haber atacado a los molinos, solo atacando a los molinos podría esperar que la gente lo considerara loco. En virtud de esa genial simulación de Cervantes, el bueno de Alonso Quijano, convertido en don Quijote, consiguió abrir la puerta que todavía le estaba faltando: la de la libertad. La curiosidad lo empujó a leer, la lectura lo hizo imaginar, y ahora, libre de las ataduras de la costumbre y de la rutina, ya puede recorrer los caminos del mundo, comenzando por estas planicies de La Mancha, porque la aventura —bueno es que se sepa— no elige lugares ni tiempos, por más prosaicos y banales que sean o parezcan. Aventura que, en este caso de don Quijote, no es solo de la acción, sino también, y principalmente, de la palabra.

FIN

lunes, 1 de mayo de 2023

1ro de mayo. Día Internacional de los Trabajadores. - Preguntas de un obrero ante un libro- (Bertold Brecht)


Tebas, la de las Siete Puertas, ¿quién la construyó?

En los libros figuran los nombres de los reyes.

¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?

Y Babilonia, destruida tantas veces,

¿quién la volvió a construir otras tantas? ¿En qué casas

de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron?

La noche en que fue terminada la Muralla china,

¿a dónde fueron los albañiles? Roma la Grande

está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?

¿Sobre quiénes triunfaron los Césares? Bizancio, tan cantada,

¿tenía sólo palacios para sus habitantes? Hasta en la fabulosa Atlántida,

la noche en que el mar se la tragaba, los habitantes clamaban

pidiendo ayuda a sus esclavos.

El joven Alejandro conquistó la India.

¿El sólo?

César venció a los galos.

¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?

Felipe II lloró al hundirse

su flota. ¿No lloró nadie más?

Federico II ganó la Guerra de los Siete Años.

¿Quién la ganó, además?

Una victoria en cada página.

¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?

Un gran hombre cada diez años.

¿Quién paga sus gastos?

Una pregunta para cada historia.