sábado, 15 de junio de 2013

Semblanza de un muchacho del siglo 20, y del 21 también


Nos titulamos el mismo día, un 28 de Octubre de 1977: él como mi padre, yo como su hijo.
Si bien los días anteriores, ya habían sido difíciles, desde que el mismo 11 de septiembre de 1973, a él le truncaron sus sueños de un país más justo, y también lo expulsaron de su universidad, la Universidad Técnica del Estado, los años venideros, lo serían mucho más.
Quizás, por ese motivo, mi viejo un día, cuando el Partido le planteó la tarea de asumir la lucha armada, él, sin dudarlo, asumió ese desafío. Porque pensó en que yo no podía seguir creciendo en un país con tanto odio.
Sus años de preparación en Cuba, sus años de lucha clandestina, y sus años como preso politico, fueron un tiempo en que apenas pudimos vernos; y cuando nos volvimos a reencontrar, en libertad, para continuar la vida, tuvimos que recomenzar el camino, que la dictadura nos había arrebatado.
Aún así, en que tuvimos momentos que no nos entendíamos, nos fuimos hermanando en el camino.
Y aunque esos años de infancia fueron difíciles, mi padre siempre estuvo ahí.
Desde Cuba, mandaba cartas, supuestamente desde España, deseándome feliz navidad.
Siempre recuerdo que en los primeros días de su regreso en Chile, ya reincorporado a la lucha, como todo un oficial, me iba a dejar a la mítica escuela Matte, tormento de todo quintanormalino, y en el transcurso por Carrascal, se iba inventándole voces a los perros de la calle, que extrañamente nos acompañaban. Esos momentos de risa,eran un alivio ante tanta atrocidad que vivíamos, en una población como la nuestra, constantemente asediada por las fuerzas militares.
En los años de lucha clandestina, nos veíamos una vez a las quinientas, pero lográbamos reencontrarnos, para vernos algún momento. Un día se desapareció por meses. Partió al sur, y lo ví alejarse en un tren. Fue fuerte la separación, pero él seguía estando ahí de alguna forma.
Cuando lo tomaron preso, el día anterior nos habíamos encontrado. Yo ya tenía claro quién era mi padre. Mi padre era un guerrillero. Y ese día, en que lloré unos segundos, y de ahí no lloré, casi hasta el día de hoy, dije, yo quiero ser como mi padre. Quiero ser un guerrillero.
Mi padre me enseñó a guitarrear, a tocar el piano, a tocar zampoña, como él
Con mi padre fuimos compañeros de música, y lo seguimos siendo, en diversos conjuntos musicales.
Con mi padre, fue con quien hablé de mi primer beso, en plena adolescencia, y en plena Habana, compartiendo un refresco en 23 con O (el Vedado, barrio mítico habanero).
Con mi padre es con quien veo constantemente películas soviéticas, añorando ser ambos combatientes de la Gran Guerra Patria, y hacer retroceder al fascismo al mísmisimo infierno. Yo no lo he hecho, pero mi padre sí. Cada vez que veo los reportajes, y muestran las acciones rodriguistas contra el fascismo, no puedo dejar de sentir orgullo y cariño por él.
Con mi padre, es con quien me he ido detenido, en más de una oportunidad, en acciones de propraganda, en marchas, etc.
Con mi padre, es con quien, he tomado religiosamente el ron cubano, como un sacramento de hermandad.
En definitiva, mi padre, es quien me ha enseñado que la vida se vive ahora, y en colores.

Te quiero mucho viejo, gracias por ser como eres, y gracias por haberme enseñado a amar y luchar. Gracias por seguir siendo un joven loco, y seguir luchando y vivir a concho este siglo moderno. Gracias por ser mi padre.

Atte.

Tu hijo

No hay comentarios: