domingo, 18 de febrero de 2024

El verdadero origen de las pizzas.... Piense en el actual Irán


 La pizza, la obra maestra derretida y con queso adorada en todo el mundo, cuenta con una larga y sinuosa historia. Si bien su forma moderna evoca imágenes de salsa de tomate burbujeante y mozzarella, los rumores sobre su origen pueden sorprenderte. Abróchense el cinturón, historiadores de la alimentación, porque nos remontamos al reinado del rey Darío I del Imperio Persa (522-486 a. C.).


 Imagínese un vasto ejército, conquistando tierras y forjando un imperio. Ahora, imagínese a estos mismos guerreros, no solo empuñando espadas, sino también haciendo las veces de chefs. ¿Su arma secreta? Sus escudos metálicos. A falta de hornos convencionales, estos ingeniosos soldados transformaron sus escudos en superficies de cocina improvisadas.



 Lo que surgía de estas superficies calientes eran panes planos, a menudo adornados con ingredientes fácilmente disponibles, como queso y dátiles. Estas "pizzas-escudo", como podríamos llamarlas, alimentaron al ejército, proporcionando sustento y un impulso moral durante campañas agotadoras.


 Ahora, antes de burlarse de la mera mención de "pizza" sin tomates, considere esto: la pizza, en esencia, es una base de masa horneada con aderezos. Los panes planos del ejército persa, con sus aderezos salados y con queso, sin lugar a dudas cumplen esos requisitos. Representan una versión temprana del concepto, un trampolín en el camino hacia la pizza que conocemos hoy.

 Entonces, si bien el título de "inventor de la pizza moderna" puede ser exagerado, darle crédito al ejército persa por sentar las bases parece más que justo. Fueron los pioneros, los chefs ingeniosos que se atrevieron a hornear sobre escudos, allanando el camino para el fenómeno mundial de la pizza que hoy disfrutamos.


 Así que la próxima vez que pruebes ese delicioso trozo, recuerda el ingenio del ejército persa. Puede que no comieran mozzarella ni pepperoni, pero sus "pizzas escudo" eran un testimonio de la adaptabilidad humana y del amor duradero por la comida sabrosa y conveniente. Después de todo, ¿quién dice que las revoluciones culinarias no pueden desencadenarse en los campos de batalla?

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